La cotorrita verdigris (Myiopsitta monachus) también conocida como cotorra monje o argentina es una especie de psitácido (loros, cotorras y periquitos) de reciente aparición en Europa. Sus poblaciones europeas tienen origen en escapes accidentales o liberaciones de ejemplares domésticos. Esta especie se ha adaptado perfectamente a los ambientes urbanos, donde encuentra alimento y carece de depredadores. Actualmente existen poblaciones reproductoras estables en numerosas ciudades españolas y su área metropolitana, como Barcelona, Madrid, Valencia o Sevilla.
A pesar de ser una graciosa especie de bellos colores, su presencia en nuestras ciudades tiende a la larga a originar problemas con los ciudadanos. Su carácter ruidoso genera molestias para los vecinos que tienen colonias cerca de sus casas. Causan daños en los árboles de los jardines públicos, cables de alumbrado y edificios. El riesgo de desprendimiento de sus colonias (de hasta 150 kilos) supone un peligro para la seguridad pública. Son potencialmente portadoras de enfermedades y parásitos. Por último pueden llegar a arruinar cosechas de productos agrícolas.
Otra especie de cotorra perfectamente asentada en nuestras ciudades es la cotorra de Kramer (Psittacula krameri). Sus poblaciones no han experimentado un crecimiento tan grande como el de la especie precedente, probablemente debido a que requiere de huecos en árboles para nidificar, que son más escasos que los lugares donde la cotorrita verdigris nidifica (entre las ramas de los árboles). Los problemas potenciales son en todo caso similares para las dos especies.
La solución a estos problemas no es sencilla. La exterminación directa de ejemplares es éticamente conflictiva y podría dar lugar a protestas ciudadanas. Además, técnicamente es complicada, ya que son animales voladores, inteligentes y conocedores de las costumbres humanas. Por tanto, son necesarias soluciones basadas en criterios científicos. La capacidad de crecimiento de las poblaciones animales está limitada por los recursos disponibles y sus depredadores. Dado que las cotorras urbanas no tienen prácticamente depredadores, el control de sus poblaciones debería basarse en la restricción de sus recursos. Los recursos que generalmente limitan las poblaciones de aves son el alimento y los lugares de reproducción. Desde Càdec proponemos soluciones en esta línea a los organismos públicos afectados por estos problemas. Ofrecemos soluciones específicas basadas en la reducción del tamaño poblacional mediante el control de los recursos, a través de un estudio pormenorizado.